sábado, 15 de noviembre de 2014

Queridos lectores...

Me ha costado tiempo escribir esto. Como a Molly, no me gusta la cobardía, no me gusta dejar las cosas a medias. Creía que tenía en mente una gran historia, de esas que te dejan toda la noche pensando en lo que pasará en el próximo capítulo. Nada más alejado de la realidad.
Os confieso que mi verdadera retirada llego cuando, casi por casualidad, llego a mis manos un gran libro. Una obra de arte con mayúsculas que me hizo darme cuenta de que lo que yo había apodado como “mí novela” no tenía el honor de poder llamarse siquiera novela.
Por si os interesa, el “libro que me hizo desistir” (así lo he apodado yo en mi fuero interno) es nada más y nada menos que Jane Eyre. La joven chica de un pueblecito de Inglaterra me ha vencido.
En resumen, que todas las ganas y la ilusión que tenía al empezar el libro se han disipado como el humo que se escapa por las chimeneas. Así que he decido poner fin a esta historia que justo acababa de arrancar.

Muchas gracias a todos los que me habéis leído, a los que habéis comentado y a los que me habéis apoyado. Supongo que esto es un adiós, aunque deseo con todo mi corazón que tan solo sea un hasta pronto.

domingo, 25 de mayo de 2014

Premios Dardos

Este es un reconocimiento a la dedicación, creatividad y esfuerzo de los blogueros que a través de sus entradas transmiten valores personales, culturales y éticos.

Normas del premio:

1. Incluir la imagen del premio.
2-Mencionar y enlazar el blog que te ha nominado.
The Wratch http://thewrach.blogspot.com.es/


3-Nombrar y enlazar a 15 blogs que creas que merecen ser nominados también este premio.

 http://thewrach.blogspot.com.es/
http://tushistoriassinnombre.blogspot.com.es/
http://oroplateado-novela.blogspot.com.es/
http://retebook.blogspot.com.es/
http://retebookjunior.blogspot.com.es/

Siento no poder proponer a más blogs, pero no conozco a ninguno más que valga la pena mencionar. No sé si esto va contra las normas, pero conozco a gente que escribe en Wattpad y hace un gran trabajo. Algunos ejemplos son "Fuego Azul" o "El Asesino de Clichés". En fin, espero que os gusten.

domingo, 2 de marzo de 2014

Encuesta

Sé que tengo esto bastante abandonado, y lo siento mucho, de verás, pero es que estoy en semana de exámenes y mi cerebro no da para más... Soy consciente de que es una excusa pésima, pero es la verdad, y prometo recompensaroslo de alguna manera.

Cambiando de tema. ayer se cerro la encuesta "¿Cual es tu personaje favorito hasta ahora?", y la ganadora, como no podía ser de otra manera, es Molly. Si os soy sincera, me ha defraudado un poco la poca gente que ha participado, pero que le vamos a hacer... Por otra parte, a mi personalmente me hubiese gustado que ganase Susie, ya ireis viendo porque jejeje. Espero que en las próximas encuestas vuelva a participar tanta gente como en la primera.
En fin, esto es todo. Que paseis un feliz domingo, porque "Hoy es un gran día".

Besos para quien me lea.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Bienvenidas (Cap.7)



Todo, cualquier insignificante pensamiento que haya cruzado por mi cerebro, queda relegado a un segundo plano en mi mente, eclipsado por el paisaje que me envuelve.
Estamos en una inmensa playa en forma de media luna. Pero no es como las que he visto allí, en nuestra ciudad, donde el agua es oscura y tormentosa.  Aquí el agua es turquesa, del mismo color que los ojos de Tom. Y la arena, de un sorprendente color rojizo, similar al de la terracota. Me quedo unos segundos más contemplando el increíble paisaje, hasta que alguien carraspea la garganta tras de mí. Quieren que coja mi petate y salga del medio del aeroplano. De golpe, recuerdo el lugar en el que estoy.
Camino rígidamente. Siento como si llevase días sentada. Me pongo la mochila a la espalda, y creo que pesa más que yo. Cuando todos hemos descendido del avión, formamos una fila recta, pero no sabemos hacia dónde dirigir la mirada.
Un hombre musculoso, de unos veinticinco años, se planta delante de nosotros. Lleva una camisa de manga corta, de color militar, rasgada por muchos sitios, y unos pantalones rectos del mismo tono que le llegan hasta el gemelo. Lleva la cabeza rapada, morena después de tanto tiempo bajo las inclemencias del clima. Por sus brazos descienden extraños tatuajes. Desde donde estoy, consigo ver una especie de dragón en el brazo izquierdo, y un enorme escudo de Barnim que le ocupa todo el codo derecho.
Inmediatamente, todos cuadramos los hombros y hacemos el saludo militar que nos han enseñado desde pequeños:  nos llevamos la mano derecha a la frente, justo donde nace el pelo, con el codo bien alto. Y así nos quedamos, hasta que el Triarii (uno de los rangos militares más altos) ruge con una voz atronadora:
-Ahora soy mis soldados, y estáis obligados por ley a hacer todo lo que yo os ordene. Mi nombre es Decimus, solo respondéis ante mi o mis superiores, pero si cualquier soldado de rango superior al vuestro quiere ordenaros algo, debéis obedecerlo. –hace una pausa para coger aire, y a mí me pitan los oídos por el efecto de su voz atronadora.-Durante dos meses, seréis la escoria de este campamento. Todos, absolutamente todos, estarán por encima de vosotros, os pisotearan y os mandaran; ¡y vosotros obedeceréis! Vuestra principal ocupación será la de atender a quien os lo mande. A parte de la desactivación de minas y bombas, por supuesto. Pasados estos dos meses, ascenderéis de rango, y podréis elegir en que os especializáis: infantería, fuerzas aéreas, marinas… Incluso las mujeres podrán quedarse en la cocina o la enfermería, si eso es lo que quieren. Pero cuando se avecine una batalla inminente, todos deberán luchar codo con codo, absolutamente todos. ¿Entendido?
Se nos queda mirando por largo tiempo. Cuando sus ojos se topan con los míos, mi brazo empieza a temblar. Me sonríe de forma lasciva, y un sudor frio se me posa en la coronilla.
-Descansar. Hay gente que parece no aguantar más de cinco minutos en formación. –me vuelve a mirar, y yo me estremezco.- Hacer dos grupos, chicas y chicos. –cómo ve que nos cuesta movernos, grita con más rotundidad.- ¡Ya!
Nos desplazamos torpemente por la arena de la playa, que se engancha a los zapatos y dificulta nuestros pasos. Al cabo de dos minutos, los grupos están hechos.
-¿De qué territorio sois?
Nadie responde.
-¡He preguntado que de donde sois!
Su grito retumba por toda la playa.
-De Greban Señor, somos de Greban.
Susie ha dado un paso al frente y tiene la vista fija en Decimus, que parece sorprendido.
-Gracias soldado…
-Parker Señor, Susan Parker.
-Gracias soldado Parker. Parece que no os han enseñado demasiado bien en Greban. Pero eso lo puedo remediar…
Mi amiga vuelve a su posición inicial. La miro por el rabillo del ojo, sorprendida, pero no consigo verla.
Decimus pasa la mirada por el grupo de chicos. De golpe, gira la cabeza bruscamente y clava sus ojos en el chico sentado a mi lado en el avión, el del pelo paja.
-¡Tu! ¿Cómo te llamas?
Desde donde estoy, puedo ver sus rodillas temblar.
-Ben, Ben Trafalguer. –Pasan unos segundos.- Señor.
-Vale Ben, relájate chico. ¿Ves aquella barca de allí?
A unos mil metros de la orilla, hay una enorme barcaza.
-Debes llegar hasta ella, y volver. Todo ello, por supuesto, en menos de treinta minutos. Sino, esta primera semana me veré obligado a restringir el suministro de comida al escuadrón.
La f0rmación entera aguanta la respiración. Ben parece anulado, pero empieza a quitarse la camisa y los zapatos con gestos ausentes. Cuando está listo, Decimus saca un cronómetro del bolsillo.
-De acuerdo, ya puedes empezar. –vuelve a gristar.
Ben se lanza contra el envite de las olas, y bracea fervientemente. En poco más de diez minutos, ya ha recorrido casi todo el trayecto hasta el barco. Cuando el cronómetro marca los 14 minutos y 16 segundos, Ben toca el casco de la embarcaión. Me pongo de puntillas, para ver mejor. Ahora debería serle más fácil volver, la corriente lo arrastra hacia la orilla. Sigue braceando, acercándose más con cada brazada y con cada ola que lo empuja hacia la playa. Me giro un instante para verle la cara a Decimus, y me encuentro con su expresión airada. Un terrible presentimiento cruza mi mente. Cuando a Ben le quedan apenas doscientos metros, Decimus se abre paso a empujones a través de nosotros. Se sitúa en la orilla, separa un poco las piernas, a la altura de los hombros,  y saca su pistola del cinturón. Dos tiros ensordecedores resuenan por toda la playa en forma de medialuna. El segundo le acierta en la pierna. Un enorme charco de sangre se extiende a su alrededor, y un grito desgarrador y ensordecedor cruza la playa. Ben sigue nadando, con la ayuda de los brazos. Le quedan sesenta metros, y un minuto. Debería sobrarle tiempo, debería conseguirlo. Pero sus brazadas cada vez son menos efectivas. Si alguien no lo ayuda, no lo conseguirá.
Antes de que mi cerebro envíe la orden a mis piernas, ya he dejado los zapatos atrás, y corro en dirección a la orilla. Escucho gritos tras de mí, y distingo la voz de Susie, pero los ignoro y sigo corriendo. Me sumerjo en el mar, y noto el agua tibia contra mí cuerpo, que se siente aprisionado en la pesada ropa. Braceo desesperadamente, sin ni siquiera sacar la cabeza para respirar, hasta que choco con el cuerpo de Ben. Lo sujeto por el torso, y lo obligo a moverse. Poco a poco nos vamos acercando hasta la orilla. Doy gracias cuando mis pies rozan la arena del fondo de la playa. No sé exactamente cuánto tiempo nos queda, solo sé que es muy poco, que no será suficiente. Cuando el agua nos cubre a la altura del pecho, obligo a Ben a erguirse para que camine, pero eso hace que tenga que apoyar todo su peso en mí. La bala de Decimus le ha dado en el muslo derecho. Cuando por fin llegamos a la orilla, nos dejamos caer en la arena húmeda, que se nos engancha al rostro y el resto del cuerpo. Intento coger aire, pero mis pulmones y mi tráquea están en carne viva, y cada vez que respiro parece que haya tragado ácido.
Me pongo en píe lentamente. No estoy del todo segura de si mis piernas podrán aguantar todo el peso de mi cuerpo, pero al final lo consiguen. Susan se acerca hacia mí lentamente, pero con paso decido. Entre las dos levantamos a Ben, que esta medio desmayado. Susan lleva algo oscuro en las manos, algo que no puedo ver demasiado bien a causa de los enormes puntos negros que me nublan la vista. Cuando llega a mi lado, veo que son las ropas de Ben. No entiendo para que las quiere, hasta que se acerca al lado del chico y le hace un torniquete en la pierna derecha, a la altura del muslo.
Decimus se acerca a nosotros lentamente. Veo que intenta mantener bajo control su expresión, pero me doy cuenta de que en sus ojos se aprecia una terrible ira.
-Muy bien señoritas, lo han conseguido. Exactamente en un tiempo de 29 minutos y 56  segundos. Como veo que la soldado Ben está integrada perfectamente con vosotras, dormirá en vuestra tienda durante esta semana. Que lo paséis bien. –Dirige la mirada por todo el escuadrón.- Podéis retiraros.
Al final de la playa veo un punto rojo. Al principio no logro comprender que utilidad puede tener una cámara aquí. Hasta que lo entiendo, y me entran ganas de abofetearme a mi misma.

sábado, 22 de febrero de 2014

Recuerdos (Cap.6)



El interior del aeroplano es aun más impresionante que el exterior. Por dentro, hay hileras e hileras de butacas, todas blancas e impolutas, ancladas al suelo por tornillos de más de 2 cm de diámetro. Pero los asientos no son sillones normales. Llevan una especie de arnés, muy complicado y difícil de poner. Al entrar, no comprendo su utilidad, pero como veo que todo el mundo se sienta y se lo pone, hago lo mismo. A los pocos minutos, Susie sube y se sienta a mi lado. Al verla sentada, con el arnés, me río de mi propia estupidez al no haber comprendido para que sirven. ¡Es para que no salgamos volando!
Un ruido ensordecedor, parecido al chasquido de un rayo, corta el hilo de mis pensamientos. Noto movimiento, y al mirar hacia la derecha veo que las personas cada vez son más pequeñas. El viento procedente del exterior me revuelve el cabello, y noto la adrenalina fluir por mis venas. Siento ganas de gritar, pero me contengo. Al mirar hacia Susan, para ver si su nivel de excitación es tan alto como el mío, advierto que su tono de piel ha pasado de un blanco pálido a un verde blanquecino. Entonces lo recuerdo, tiene miedo a las alturas.
-Tranquila Susie, shh, ya está. Respira hondo, ya está. – pero por más que se lo repito, mi amiga no consigue calmarse. –Reten el aire dentro. Poco a poco. Ya está. Estoy aquí contigo. Ya está.
Poco a poco, Susan consigue calmarse.
Miro a derecha e izquierda. El océano se extiende en todo su esplendor, hasta donde alcanza la vista. Hemos despegado de la ciudad, situada en una isla antes llamada Irlanda, y nos dirigimos hacia otra isla. Lo único que se es que estaba situada entre el océano Índico y el sur del océano Pacífico, y creía haber oído además que su antiguo nombre era Australia. El control total de esta isla es algo que siempre ha preocupado al gobierno, ya que en caso de una emergencia extrema en alguna zona de la Región, es fácil trasladar hasta Jonpa grandes masas de refugiados.
En algún momento de mis cavilaciones, pese al ruido infernal del aire entrando en el aeroplano, me duermo, exhausta después de días de temor y tensión.
El incesante ruido de unas molestas sirenas y un zarandeo de mi hombro me despiertan. Miro hacia Susie, que tiene puesta en la cara una extraña máscara.
-¡Hay que ponerse las mascarillas, vamos a ascender a más altura de la prevista! –su voz suena distorsionada por el plástico que le aprisiona la boca.
Cojo la fea máscara y me la ajusto alrededor de la nariz y la mandíbula. Intento respirar con normalidad, pero las gomas aprisionan mi rostro y temo romper la vía que comunica la mascarilla con el oxigeno.
Un chico moreno que hay a mi lado se gira hacia mí, y me intenta sonreír, a pesar de la máscara que le tapa la mayor parte de la boca. Tiene el pelo del color de la paja seca en verano, y unos ojos del color del heno. Decido que es una conversación que prefiero ahorrarme.
Vuelvo a cerrar los ojos, pero sé que me será imposible volver a dormir. Mis sentidos están demasiado despiertos, demasiado alertas después de días de tensión. Así que intento sumirme en un estupor que me aísle de la realidad que se ciñe a mí alrededor. Pienso que desearía tener el cuaderno para poder pensar en el lápiz rasgando el papel, pero recuerdo que lo he metido en la maleta, que está al fondo de la cabina.
En mitad de mis cabilaciones, una imagen me hace abrir los ojos de golpe. No tengo ni idea de dónde ha salido, solo sé que se ha proyectado detrás de mi retina sin previo aviso.
Dos personas, un hombre y una mujer. Ella, con un precioso cabello oscuro como el azabache, que le llega más allá de los hombros. Sus ojos, increíblemente redondos y de un verde esmeralda, me miran directamente a mí, a mis ojos. Tiene un porte delicado, como si en cualquier momento se la pudiese llevar la ligera brisa que le alborota el pelo. A su lado esta él, cogido de la mano de la mujer, que es increíblemente pálida en contraste con la del hombre, más morena y curtida por el Sol. Me fijo mejor, y descubro que no es moreno, lo que hace que tenga la piel oscura son las pecas que cubren todo su cuerpo y su cara. Su cabello es de un extraño tono rojizo, parecido al color de los atardeceres en verano, cuando el cielo no está surcado de nubes. Sus ojos son del color del firmamento. Pero no de ese celeste de cielo despejado, no; son de ese añil que queda justo después de que la tormenta amaine; tempestuoso, fuerte, seguro. Sus ojos son el hogar.
Algo me zarandea el hombro. Es ese chico, otra vez.
-¿Estás bien? –parece realmente preocupado, excesivamente preocupado. –Parecía que te hubieses quedado traspuesta.
Sonríe un poco y se rasca la cabeza, justo por encima de la coronilla.
-Eh… No, no, tranquilo. Solo intentaba dormir.
-¿Con los ojos abiertos? –vuelve a reír, esta vez algo más cohibido.
Como ve que no le respondo, hace desaparecer la sonrisa de su rostro y me da la espalda.
Me siento un poco mal por él, pero después recuerdo que Jonpa es un campo de batalla. No voy allí para hacer amigos.
De pronto, la presión de la cabina cambia. Me pitan los oídos y me llevo las manos a las orejas. A mí alrededor, veo que Susie y los demás hacen lo mismo. Cojo aire profundamente. De golpe, las palmas de las manos me sudan. Me las seco compulsivamente en los pantalones, que están arrugados por el viaje.
Ha llegado el momento. La única escapatoria que tengo es lanzarme del avión, y me gustaría tener una muerte más digna. Sonrío, y Susan me mira extrañada, como si la estuviese escondiendo de una broma privada.
Una sacudida hace temblar toda la cabina. Boto en mi butaca, y me sacudo contra el arnés. Mis hombros y mi cuello se quejan, pero ni siquiera les hago caso. Me quito la inútil máscara de golpe. Me aliso el pelo con las manos, pero sé que es una causa perdida, así que lo recojo en una coleta alta.
Las alarmas empiezan a pitar de nuevo, taladrándome los oídos. Pero de eso se encarga una diminuta parte de mi cerebro. El resto de mi mente está ocupado, asimilando el paisaje que se extiende a mí alrededor.
Hemos llegado.

jueves, 20 de febrero de 2014

Encuesta

Ayer se cerro la primera encuesta que publiqué en el blog (¿Quieres que el blog tenga música?), y el vencedor a sido *redoble de tambores*

NO!

La verdad es que me a sorprendido un poco, porque al principio iba ganando el SÍ. También me ha sorprendido (gratamente, por supuesto) que haya votado tanta gente.

Por eso, doy por abierta la nueva encuesta ¿Cual es tu personaje favorito? Espero que participeis tanta o más gente que en la otra.

Besos para quien me lea.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Grandes esfuerzos (Cap.5)



En el momento en que Susie pronuncia aquellas palabras y el Señor Botton le suelta la muñeca, la chica cae de rodillas al suelo, desfallecida.
Acudo corriendo a su lado, sin importarme lo más mínimo la gente que se arremolina a nuestro alrededor.
-Susie, ¡Susie! Que alguien me ayude, por favor.
Empiezo a gritar, y las lágrimas vuelven a desbordarse.
-Tranquila, Molly, relajaté.
El Señor Botton coge a Susan en brazos, deja que mi amiga repose la cabeza en su hombro y se encamina con paso decidido hacia la enfermería. Por suerte, no esta muy lejos, y al vernos, la señorita Lussi acude corriendo en nuestra ayuda.
-¿Ha ganado?
No pensaba que Lussi se preocupase por eso.
-Sí. –respondo, un tanto sorprendida
-Es una gran chica. –contesta, sonriendo.
La señorita Lussi le venda las heridas, le recoloca la nariz y le pone dos puntos en la ceja. Después, le toma las constantes.
-Llévatela a casa y que descanse hasta… hasta cuando pueda. –dice la enfermera, mirándome a los ojos.
Cojo la mano de Susie y la presiono suavemente.
-¿Puedes caminar?
Niega con la cabeza e inmediatamente después un gesto de dolor cruza por su cara.
El Señor Botton me sorprende al decir:
-Tranquila, yo lo haré.
Caminamos en silencio en dirección a la casa de tía Julianne. Al llegar, Julianne nos abre la puerta sin formular ninguna pregunta, aunque sus ojos estan llenos de preocupación.
-Llévate a Tom a casa de Susan y mantenedlo allí con Kristen y Lulu.-mi tía asiente y se va sin decir palabra.
Guío al Señor Botton hasta mi habitación, y le indico con la cabeza que deje a Susie en mi cama.
-Muchísimas gracias, ha sido muy amable por su parte.
Parece que algo se debate en su interior, hasta que la vergüenza pierde la batella. Entonces murmura, en una voz tan baja que se me hace difícil de oír:
-Estuve en Puroch con tus padres, ¿sabes? Buenos combatientes, los mejores. Pero no pude estar con ellos en el río Éufrates, –parece quebrársele la voz en la última sílaba- no pude estar con ellos…
Creo que se pondra a sollozar a mis pies, como hacía Tom cuando tenía seis años. Pero en vez de eso, cuadra los hombros, levanta la barbilla y se va dando grandes zancadas.
Me giro hacia Susie. Parece tan minúscula como mi hermano, acurrucada en nuestro lecho. La arropo con una manta y voy a buscar una gasa con agua para ponérsela en la frente. Cuando vuelvo, Susan esta despierta. Le coloco la compresa fresca en la frente. Esta ardiendo. Pero aun así, abre los ojos. Su mirada azul esta turbia por el cansancio.
-No te olvides de preparar la maleta, eh.
En ese momento caigo en la cuenta de que no tengo ni idea de lo que me voy a llevar a las Fronteras. Recuerdo el cuaderno, enterrado en el prado, en su sitió de siempre.
-¿Puedes quedarte sola un minuto?
Susie simplemente asiente con la cabeza una sola vez.
Salgo disparado hacia la calle, en dirección al prado. Levanto la piedra y saco de debajo el lápiz y el cuaderno de bocetos. Suspiro aliviada, nadie los podrá descubrir ya.
Cuando llego de nuevo a mi casa, me cuesta respirar y me falta el aire. Entro jadeante en mi cuarto y me encuentro con una cama revuelta y una manta roída, pero sin nadie debajo. Vuelvo sobre mis pasos y escucho ruido en la cocina. Al entrar en el interior, veo a una Susan mucho más recuperada, que se está comiendo los restos de una sopa que lleva varios días en el frigorífico.
-Estaba hambrienta. –me suelta entre cucharada y cucharada.
Le pongo mi mejor sonrisa y no puedo evitar abrazarla con fuerza. En ese momento me doy cuenta de que si algo le pasase a Susie, a mi diminuta mejor amiga Susie, no sabría qué hacer.
Al fin, deshacemos el abrazo.
-¿Tienes la maleta preparada? No tengo ni idea de que debemos llevarnos.
-Yo tampoco. ¿El pijama? - me responde.
Ambas nos reímos por lo absurdo de la situación. Cuando acabamos mi maleta, que en realidad es un diminuto petate, decidimos que ya ha llegado el momento de que Kristen y Lulu vean a su hermana.
Vamos al baño, en el que apenas cabemos las dos. Saco un poco de maquillaje del tercer cajón, donde sé que tía Julianne guarda su alijo secreto. Le retoco el ojo izquierdo para que el moratón y la hinchazón no parezcan tan exagerados.
-Perfecto. –le digo.
Pero no es verdad. Ahora parece un mapache. Susie se mira al espejo y empieza a reírse, así que me uno a sus risas. Pero no son risas alegres y despreocupadas, tienen un deje histérico que nos alarma a ambas.
Cuando llegamos a casa de Susie, un seguido de gritos, besos y aplausos nos recibe. Ha llegado el momento que estábamos intentando aplazar, las despedidas.
Cojo a Tom en brazos. Me supone un gran esfuerzo, pero aun así no lo suelto.
-Da igual lo que veas por la televisión, da igual lo que diga la gente. No debes recordarme tal y como me veas por la pantalla. Tienes que recordar a esta Molly, a tu hermana mayor, la de carne y hueso, ¿me oyes?
Tom asiente con la cabeza, unas pequeñas lágrimas salpican mi rostro. Me abraza con fuerza.
-Te quiero Molly.
-Y yo, Tom. Pase lo que pase, siempre te querré.
Me giró hacia tía Julianne. Llora, pero ya no parece débil e indefensa. Es increíble el cambio que se ha operado en ella en apenas un día.
-Solo debes preocuparte de volver sana y salva. Vigila tu espalda. No confíes en nada ni nadie. Recuérdalo, allí cualquiera puede ser tu enemigo.
-Muchísimas gracias tía Julianne, lo haré. Esperó poder ser tan valiente como tú lo fuiste. Gracias por ser lo más parecido que he tenido nunca a una madre –le contesto con la voz entrecortada por las lágrimas, el miedo y la emoción.
Beso a Kristen y Lulu en la mejilla. Espero que sepan cuidarse la una a la otra. Por suerte, ahora sé que tía Julianna estará cuando ellas lo necesiten.
Susan recoge su petate del diminuto cuarto que comparte con sus hermanas. La miro divertida. No tengo ni idea de cuando lo habrá hecho.
El aeropuerto desde el cual despegan los aeroplanos encargados de transportarnos a nuestros destinos está en las afueras de la ciudad, a unos quince minutos de nuestra casa.
Al llegar allí, la muchedumbre nos engulle. Como un acto reflejo, cojo la mano de Tom y me agarro a Susie por el brazo. Todos juntos, vamos avanzando lenta y penosamente hacia el hangar.
De pronto, la multitud desaparece. Nos encontramos ante medio centenar de aeroplanos. Nunca los había visto tan de cerca. Son enormes, y de un color blanco deslumbrante. En el techo se puede distinguir una enorme águila blanca, con una bola del mundo en sus garras. Es la marca de la Región, es el sello del Barnim. Me estremezco, y no tiene nada que ver con la temperatura.
A medida que nos vamos acercando, puedo apreciar mejor la colosal máquina. Tiene dos hélices, una a cada lado. Pero no están arriba, como en los helicópteros, ni siquiera a los lados. Las hélices están debajo del aeroplano, como dos grandes zarpas. Susie tira de mi manga, creo que quiere que cierre la boca. Entonces, señala algo con el dedo. Sigo la dirección de su índice, y me doy cuenta de que es a lo que se refiere. Los aeroplanos no tienen puertas, ni ventanas, no tienen nada a los lados. Los laterales no están recubiertos por ningún tipo de protección, ni siquiera una baranda. Trago saliva ruidosamente.
El hombrecillo aparece de nuevo. Con voz cansina y monótona, nos anuncia:
-Ahora me dispongo a pasar lista a todos y cada uno de los enviados. Quien no esté presente, que se atenga a las consecuencias. –sonríe maliciosamente.
Va enumerándonos, uno a uno, indicando cual es nuestro avión según la Frontera a la que estamos destinados. Cuando llega el turno a “los valeros enviados a Jonpa”, ya casi es de noche.
Me giro hacia mi familia, mostrando la mayor de mis sonrisas. Pero me encuentro con el rostro bañado en lágrimas de mi hermano, y temo ponerme a gritar. Por suerte, tía Julianne me abraza antes de que pueda cometer cualquier estupidez.
-Sé fuerte. –me susurra al oído, tan bajito que nadie podría oírlo.
Me río en mi fuero interno, son las mismas palabras que le dije yo hace tan solo un día.
Abrazo y beso a Tom tantas veces que me parecen incontables, así que cuando Cesar escupe mi nombre como si fuese una palabrota, estoy lista para marchar.
Afianzo el petate a mi espalda, y con paso decidido y la cabeza bien alta, voy dando largas zancadas hasta el aeroplano. No tengo ni idea del aspecto del lugar en el que aterraremos, solo sé que ahora, cualquiera puede ser mi enemigo.