miércoles, 26 de febrero de 2014

Bienvenidas (Cap.7)



Todo, cualquier insignificante pensamiento que haya cruzado por mi cerebro, queda relegado a un segundo plano en mi mente, eclipsado por el paisaje que me envuelve.
Estamos en una inmensa playa en forma de media luna. Pero no es como las que he visto allí, en nuestra ciudad, donde el agua es oscura y tormentosa.  Aquí el agua es turquesa, del mismo color que los ojos de Tom. Y la arena, de un sorprendente color rojizo, similar al de la terracota. Me quedo unos segundos más contemplando el increíble paisaje, hasta que alguien carraspea la garganta tras de mí. Quieren que coja mi petate y salga del medio del aeroplano. De golpe, recuerdo el lugar en el que estoy.
Camino rígidamente. Siento como si llevase días sentada. Me pongo la mochila a la espalda, y creo que pesa más que yo. Cuando todos hemos descendido del avión, formamos una fila recta, pero no sabemos hacia dónde dirigir la mirada.
Un hombre musculoso, de unos veinticinco años, se planta delante de nosotros. Lleva una camisa de manga corta, de color militar, rasgada por muchos sitios, y unos pantalones rectos del mismo tono que le llegan hasta el gemelo. Lleva la cabeza rapada, morena después de tanto tiempo bajo las inclemencias del clima. Por sus brazos descienden extraños tatuajes. Desde donde estoy, consigo ver una especie de dragón en el brazo izquierdo, y un enorme escudo de Barnim que le ocupa todo el codo derecho.
Inmediatamente, todos cuadramos los hombros y hacemos el saludo militar que nos han enseñado desde pequeños:  nos llevamos la mano derecha a la frente, justo donde nace el pelo, con el codo bien alto. Y así nos quedamos, hasta que el Triarii (uno de los rangos militares más altos) ruge con una voz atronadora:
-Ahora soy mis soldados, y estáis obligados por ley a hacer todo lo que yo os ordene. Mi nombre es Decimus, solo respondéis ante mi o mis superiores, pero si cualquier soldado de rango superior al vuestro quiere ordenaros algo, debéis obedecerlo. –hace una pausa para coger aire, y a mí me pitan los oídos por el efecto de su voz atronadora.-Durante dos meses, seréis la escoria de este campamento. Todos, absolutamente todos, estarán por encima de vosotros, os pisotearan y os mandaran; ¡y vosotros obedeceréis! Vuestra principal ocupación será la de atender a quien os lo mande. A parte de la desactivación de minas y bombas, por supuesto. Pasados estos dos meses, ascenderéis de rango, y podréis elegir en que os especializáis: infantería, fuerzas aéreas, marinas… Incluso las mujeres podrán quedarse en la cocina o la enfermería, si eso es lo que quieren. Pero cuando se avecine una batalla inminente, todos deberán luchar codo con codo, absolutamente todos. ¿Entendido?
Se nos queda mirando por largo tiempo. Cuando sus ojos se topan con los míos, mi brazo empieza a temblar. Me sonríe de forma lasciva, y un sudor frio se me posa en la coronilla.
-Descansar. Hay gente que parece no aguantar más de cinco minutos en formación. –me vuelve a mirar, y yo me estremezco.- Hacer dos grupos, chicas y chicos. –cómo ve que nos cuesta movernos, grita con más rotundidad.- ¡Ya!
Nos desplazamos torpemente por la arena de la playa, que se engancha a los zapatos y dificulta nuestros pasos. Al cabo de dos minutos, los grupos están hechos.
-¿De qué territorio sois?
Nadie responde.
-¡He preguntado que de donde sois!
Su grito retumba por toda la playa.
-De Greban Señor, somos de Greban.
Susie ha dado un paso al frente y tiene la vista fija en Decimus, que parece sorprendido.
-Gracias soldado…
-Parker Señor, Susan Parker.
-Gracias soldado Parker. Parece que no os han enseñado demasiado bien en Greban. Pero eso lo puedo remediar…
Mi amiga vuelve a su posición inicial. La miro por el rabillo del ojo, sorprendida, pero no consigo verla.
Decimus pasa la mirada por el grupo de chicos. De golpe, gira la cabeza bruscamente y clava sus ojos en el chico sentado a mi lado en el avión, el del pelo paja.
-¡Tu! ¿Cómo te llamas?
Desde donde estoy, puedo ver sus rodillas temblar.
-Ben, Ben Trafalguer. –Pasan unos segundos.- Señor.
-Vale Ben, relájate chico. ¿Ves aquella barca de allí?
A unos mil metros de la orilla, hay una enorme barcaza.
-Debes llegar hasta ella, y volver. Todo ello, por supuesto, en menos de treinta minutos. Sino, esta primera semana me veré obligado a restringir el suministro de comida al escuadrón.
La f0rmación entera aguanta la respiración. Ben parece anulado, pero empieza a quitarse la camisa y los zapatos con gestos ausentes. Cuando está listo, Decimus saca un cronómetro del bolsillo.
-De acuerdo, ya puedes empezar. –vuelve a gristar.
Ben se lanza contra el envite de las olas, y bracea fervientemente. En poco más de diez minutos, ya ha recorrido casi todo el trayecto hasta el barco. Cuando el cronómetro marca los 14 minutos y 16 segundos, Ben toca el casco de la embarcaión. Me pongo de puntillas, para ver mejor. Ahora debería serle más fácil volver, la corriente lo arrastra hacia la orilla. Sigue braceando, acercándose más con cada brazada y con cada ola que lo empuja hacia la playa. Me giro un instante para verle la cara a Decimus, y me encuentro con su expresión airada. Un terrible presentimiento cruza mi mente. Cuando a Ben le quedan apenas doscientos metros, Decimus se abre paso a empujones a través de nosotros. Se sitúa en la orilla, separa un poco las piernas, a la altura de los hombros,  y saca su pistola del cinturón. Dos tiros ensordecedores resuenan por toda la playa en forma de medialuna. El segundo le acierta en la pierna. Un enorme charco de sangre se extiende a su alrededor, y un grito desgarrador y ensordecedor cruza la playa. Ben sigue nadando, con la ayuda de los brazos. Le quedan sesenta metros, y un minuto. Debería sobrarle tiempo, debería conseguirlo. Pero sus brazadas cada vez son menos efectivas. Si alguien no lo ayuda, no lo conseguirá.
Antes de que mi cerebro envíe la orden a mis piernas, ya he dejado los zapatos atrás, y corro en dirección a la orilla. Escucho gritos tras de mí, y distingo la voz de Susie, pero los ignoro y sigo corriendo. Me sumerjo en el mar, y noto el agua tibia contra mí cuerpo, que se siente aprisionado en la pesada ropa. Braceo desesperadamente, sin ni siquiera sacar la cabeza para respirar, hasta que choco con el cuerpo de Ben. Lo sujeto por el torso, y lo obligo a moverse. Poco a poco nos vamos acercando hasta la orilla. Doy gracias cuando mis pies rozan la arena del fondo de la playa. No sé exactamente cuánto tiempo nos queda, solo sé que es muy poco, que no será suficiente. Cuando el agua nos cubre a la altura del pecho, obligo a Ben a erguirse para que camine, pero eso hace que tenga que apoyar todo su peso en mí. La bala de Decimus le ha dado en el muslo derecho. Cuando por fin llegamos a la orilla, nos dejamos caer en la arena húmeda, que se nos engancha al rostro y el resto del cuerpo. Intento coger aire, pero mis pulmones y mi tráquea están en carne viva, y cada vez que respiro parece que haya tragado ácido.
Me pongo en píe lentamente. No estoy del todo segura de si mis piernas podrán aguantar todo el peso de mi cuerpo, pero al final lo consiguen. Susan se acerca hacia mí lentamente, pero con paso decido. Entre las dos levantamos a Ben, que esta medio desmayado. Susan lleva algo oscuro en las manos, algo que no puedo ver demasiado bien a causa de los enormes puntos negros que me nublan la vista. Cuando llega a mi lado, veo que son las ropas de Ben. No entiendo para que las quiere, hasta que se acerca al lado del chico y le hace un torniquete en la pierna derecha, a la altura del muslo.
Decimus se acerca a nosotros lentamente. Veo que intenta mantener bajo control su expresión, pero me doy cuenta de que en sus ojos se aprecia una terrible ira.
-Muy bien señoritas, lo han conseguido. Exactamente en un tiempo de 29 minutos y 56  segundos. Como veo que la soldado Ben está integrada perfectamente con vosotras, dormirá en vuestra tienda durante esta semana. Que lo paséis bien. –Dirige la mirada por todo el escuadrón.- Podéis retiraros.
Al final de la playa veo un punto rojo. Al principio no logro comprender que utilidad puede tener una cámara aquí. Hasta que lo entiendo, y me entran ganas de abofetearme a mi misma.

2 comentarios:

  1. hola! ya te comente una vez, y bueno, esta quería decirte lo mismo, que me encanta como escribes, me encanta sin fronteras y que te leo cada semana y que sigas y nunca lo dejes por favor :) Aquí tienes a una lectora ;)

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    1. Muchisimas gracias Raquel! Me alegra saber que tengo gente detrás que se interesa por lo que escribo. Siempre que haya alguien como tu siguiendo lo que publico, escribire!

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