Me desperté desorientada, sin saber dónde estaba. De
repente, noté un peso sobre mi estómago. Era Tom. De pronto, la imagen de mi
hermano mirándome con ojos aterrados inundó mi mente.
Intenté convencerme de que no era real, de que el miedo
que sentía era infundado, pero mi cerebro seguía proyectando mi fotografía,
emitida en todas las televisiones de la Región.
A los “Preferidos” (así era como llamábamos a los
favoritos del Gobierno, los que aparecían en los spots) se les hacía un
seguimiento durante los primeros meses en las Fronteras, detallando días
especialmente peligrosos o combates demasiado sangrientos. A veces, un
Preferido moría durante los primeros meses, y el Gobierno lo relegaba al baúl
de los recuerdos, tachándolo de fracaso. En realidad, ser un preferido no era
tan malo. Lo que me preocupaba de verdad era que mi hermano viese las
condiciones en las que estaba, y pudiese llegar a visualizar mi muerte sentado
frente al televisor de nuestro salón.
Traer al primer plano de mi cerebro las imágenes vistas y
vividas ayer me obligó a dejar de reprimir lo que por tanto tiempo me había
guardado. De aquí a pocas horas, Susie lucharía en el combate del Cambio de
Puesto contra Jessica Malow. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral.
Después del combate, restarían un par de horas para que emprendiésemos la
marcha hacia las Fronteras.
Cogí a Tom en brazos, lo lleve hasta su cama y arropé su
cuerpo con una ruda manta.
Salí sigilosamente por la puerta de nuestra casa. Al
llegar a la calle, viré hacia la izquierda, y toqué suavemente con los nudillos
en la puerta de mi amiga.
-Shh, aun duermen.
Susie llevaba puesta una ropa ligera, la que solía llevar
en las clases de Combate. Intenté no pensar demasiado en que posiblemente
acabaría manchada de sangre. Si esta sangre sería suya o no, era algo que me
producía nauseas.
Caminamos calle arriba, hacia el gimnasio del Instituto.
Nadie nos había dicho que los Cambios de Puesto se hiciesen allí, pero era el
único recinto suficientemente grande como para albergar tal acontecimiento.
El Instituto, un feo edificio pintado de un soso color
gris desvaído, ocupaba una manzana entera. Nos encaminamos en dirección a la
parte norte, donde estaba situado el gimnasio, donde hacíamos las clases de
Combate.
Al entrar, varios centenares de pares de ojos se giraron
en nuestra dirección. Al final del cuadrilátero, distinguí un molesto punto
rojo. Era una cámara, nos estaban grabando. Eso significaba que no había muchos
más Cambios de Puesto en la Región, y el nuestro se retransmitiría por todas
las televisiones del territorio.
Tragué saliva compulsivamente.
El gimnasio era un gran recinto con techo de hojalata y
bajas graderías a los lados. Había cinco cuadriláteros repartidos, en los que
normalmente practicábamos combates simultáneos. Pero hoy era el más grande, el
del centro, el que estaba rodeado de gente.
Al otro lado de la plataforma percibí a Jessica Malow, aún
más nerviosa que mi amiga. Llevaba el pelo recogido en una coleta alta.
-Te trenzaré el pelo.
Le recogí la melena, trenzándola desde la raíz.
-Así no podrán pegarte tirones.
Le sonreí, y ella me devolvió la sonrisa, pero la alegría
no llegó a sus ojos. Podía ver cómo le temblaban las manos.
El hombrecillo apareció en medio del cuadrilátero, con su
grasienta calva reluciente a causa del sudor. Sacó el sucio pañuelo del
bolsillo delantero del traje que llevaba y se secó la frente con el.
-¡Buenos días! Hoy asistiremos al Cambio de Puesto entre
Jessica Malow, que ha sido destinada a Jonpa; y Susan Parker, enviada a Wasvel.
Cesar se movía intranquilo por el cuadrilátero, y la
cámara seguía frenéticamente su recorrido, intentado captar todos los detalles.
-Como ya saben, en un Cambio de Puesto, el combate tiene
que ser real. De no ser así, el castigo impuesto será mucho peor.
El hombrecillo clavó su mirada primero en Jessica, y
luego en Susie. Cuando los ojos de esta se encontraron con los de Cesar, mi
amiga tragó saliva compulsivamente.
-Bien, –prosiguió el Gobernante, pero ahora lucía una
sonrisa maliciosa en el rostro- las normas son muy sencillas y conocidas por
todos: la que aguante más tiempo consciente, elige si cambia o no el puesto. Es
decir, elige entre Jonpa o Wasvel.
Suspiró, como si las dos Fronteras fuesen igual de
seguras, y como si le aburriese el hecho de que dos niñas peleasen por su
supervivencia incluso antes de partir hacia la batalla real.
La gente empezó a susurrar, impacientada. Me dieron ganas
de ponerme a bailar en medio del cuadrilátero, retrasar el combate el máximo
posible, pero no podía hacer nada, simplemente sentarme y mirar como mi amiga
recibía los golpes, por mí.
Apareció un árbitro, vestido con su habitual camiseta
azul cielo con rayas verticales verdes y los pantalones amarillos. Entre tanta
tristeza y amargura, su vestimenta se distinguía y resaltaba con claridad.
Hizo sonar su silbato, y con una voz más grave de lo que
esperaba, dijo:
-Por favor, situaros en los dos extremos del
cuadrilátero.
Solo entonces supe quien era. El Señor Botton. Él era nuestro
profesor de Combate. Nos había enseñado y adiestrado desde que teníamos 6 años.
Era un buen hombre, había sido destinado a Puroch, otra Frontera casi tan
conflictiva como Jonpa.
Supuse que eso le dolería casi tanto como a mí.
El señor Botton se aclaró la garganta, se puso el silbato
en los labios y emitió tres pitidos cortos, seguido de uno más largo. Se giró
hacia sus dos alumnas, que ahora eran contrincantes, y preguntó:
-¿Preparadas?
Susie asintió una vez con la cabeza, pero Jessica ni se
inmutó. Estaba blanca como el papel.
Nuestro profesor se mojó los labios resecos, llenó de
aire sus pulmones y emitió un pitido fuerte y largo, capaz de taladrar los
tímpanos.
El combate había empezado.
Susie y Jessica se otearon en la distancia, pero ninguna
se atrevía a hacer un movimiento. Las separaban unos diez metros y se podía
palpar la tensión que había en ese espacio. En algún momento, alguna de las dos
tendría que atacar, y el combate no pararía hasta que alguien cayese
inconsciente.
En aquel instante, agradecía que la entrada estuviese
prohibida a los menores de 14 años, y que ni Lulu, ni Kristen, ni Tom pudiesen
ver aquello.
Mientras cavilaba, Jessica fintó a la izquierda,
corriendo hacia donde estaba mi amiga. Sabía que Jessica era rápida, siempre
ganaba las carreras del Instituto, pero aun así, nunca la había visto correr de
aquella manera. Susie tuvo el tiempo justo para apartarse hacia la derecha,
pero aun así, el puño izquierdo de Jessica le rozó la mejilla.
Apreté las manos y me mordí el labio. Tenía ganas de
gritar, ponerme en medio de la plataforma y detener aquel combate. Pero no
podía.
Jessica volvió a la carga. No paraba de lanzar golpes
contra el cuerpo de Susan. Mi amiga los esquivaba como podía, pero no era una
gran luchadora, y algunos le impactaron en el pecho y el abdomen, haciendo que
se doblase sobre sí misma para toser y escupir sangre.
En aquel momento de distracción, Jessica le propinó un
rodillazo en la cara a Susie. Mi amiga callo hacia atrás, con la nariz
sangrándole a borbotones.
No podía continuar viendo aquello. Salí corriendo hacia
el cuadrilátero, pegando empujones a la gente a mi paso. Justo cuando estaba a
punto de poner un pie en la plataforma, el Señor Botton me agarró del brazo y
tiró de mi bruscamente.
-¿Estás loca? –en su voz había cólera, pero supe por sus
ojos que sentía pena por mí.-Si pones un pie ahí dentro –me dijo, señalando el
cuadrilátero.- El combate será nulo, y tendrán que volver a empezar de nuevo.
¿A caso quieres eso para tu amiga, Molly?
Pegué un respingo. No sabía que conociese mi nombre.
Entonces caí en la cuenta de que ahora era una Preferida, posiblemente la ciudad
entera conociese mi nombre.
-Ten. –me dijo.
Miré la suave tela blanca que había en su mano, y fue
entonces cuando me di cuenta de que tenía la cara surcada en lágrimas.
Jessica lucía en su semblante una extraña expresión. En
su rostro había una escalofriante mueca, una mezcla entre el poder que parecía
sentir y la repugnancia hacia sí misma por causar aquel daño a Susan. La chica
se miró las manos, ahora manchadas de sangre. Creía que empezaría a sollozar
allí mismo.
Justo cuando parecía que mi amiga estaba a punto de caer
inconsciente, se levantó con rapidez y le propinó una patada en el estómago.
Jessica parecía estar ahogándose, como si sus pulmones no fuesen capaces de
captar el oxigeno del aire.
Susan se sentó sobre su estómago y siguió golpeándole la
cara. Desde donde estaba, podía ver las cálidas lágrimas de mi amiga rodándole
por las mejillas.
-Parela por favor, haga que pare. –le rogué al Señor
Botton.
Este se adentró en el cuadrilátero, cogió a mi amiga por
la muñeca y la levantó del suelo sin ningún esfuerzo aparente.
-Ya tenemos una ganadora. –gritó para que todos los allí
presentes pudiésemos oírlo. –¡Susan Parker!
El hombrecillo se acercó. Parecía como si su cuerpo
regordete fuese demasiado pesado para sus cortas piernas.
-Por favor, Susan Parker, dinos dónde quieres ser
destinada. Ilumínanos. –reprimió un bostezo.
Jessica aun seguía tumbada en el suelo, desmadejada. Mi
amiga la miró, parecía tan atemorizada que pensé que se iba a desmayar. Pero no
fue así. Cuadró los hombros, levantó la barbilla y se secó la cara con
el dorso de la manga.
-A Jonpa señor, quiero ser destinada a Jonpa.
Me he leído los 4 capítulos seguidos y sólo puedo pedirte que continúes!! Aunque al principio podía tener un aire a THG, ahora la historia toma un rumbo completamente nuevo, y me gusta.
ResponderEliminarTe seguiré en twitter para estar pendiente de las publicaciones, soy @noejjfdez_26 ;)
He estado un poco liada, exámenes y eso, y hasta ahora no había podido ver tu comentari! Me alegro muchísimo de que te haya gustado, de verdad. Poco a poco la trama se irá alejando cada vez mas de THG, y acabará sin parecerse en nada en absoluto (o eso espero).
EliminarTe sigo en twitter, un beso :)