Todo sucedió con demasiada rapidez. Mis oídos eran
incapaces de captar los sonidos de mí alrededor. Por eso, cuando Cesar llego a
la letra P, obligué a mis sentidos a hacer un esfuerzo monumental para captar
el lugar al que enviarían a Susie.
-Susan Parker, Wasvel.
En medio de aquel caos, me sentí aliviada. Wasvel era un
lugar tranquilo, una Frontera remota en la que no solía haber ataques. Allí era
donde tía Julianne había sido enviada, allí era donde había sobrevivido. Una
sonrisa un tanto macabra se me dibujó en la cara.
Al cabo de un tiempo inverosímil, en el que se sucedieron
varios centenares de nombres, Cesar Fintelmann volvió a aclararse la garganta,
bebió un largo trago de agua, se secó la frente plagada de diminutas gotas y
pronunció su repetida forma de cortesía.
-¡Hoy es un gran día!
La mayoría de los presentes, en oír estas palabras que
marcaban el final de la ceremonia, salió precipitadamente de la gran sala. Pero
yo no me podía mover del sitio. Todos los músculos de mi cuerpo estaban
paralizados por el terror. No sabía cómo iba a enfrentarme a mi hermano, ahora
que mis posibilidades de volver con vida se habían reducido aún más.
Una mano ligera se posó en mi hombro. Me volví, dispuesta
a enfrentarme a los ojos de Tom. Pero quien había tras de mí era Susie. Mi
amiga habló en voz baja, de forma confidencial y sin apenas mover los labios:
-He hablado con Jessica – al verme la cara me agarró por
los hombros. –Molly, he hablado con Jessica Malow.
De pronto, la imagen de la diminuta chica, con su cabello
ondulado de color castaño y su sonrisa fácil, me vino a la mente. Ella estaría
en Jonpa, conmigo. Una, aunque diminuta, sensación de alivio se asentó en mi
estómago.
Así que de ningún modo, nada en el mundo me hubiese
preparado para las palabras que Susan pronunció a continuación.
-Ha accedido a cambiarme el puesto.
El Cambio de Puesto era algo que hacía años que no se
practicaba en nuestra ciudad, pero mi tía me había contado que eso era debido a
que en el último, hacía ya muchos años, una joven había muerto.
Este excepcional trueque no era otra cosa que un combate
cuerpo a cuerpo, que no finalizaba hasta que uno de los dos combatientes caía
inconsciente. El que restaba en pie elegía si cambiaba o no el puesto. Pero lo
peor era que el combate tenía que ser emocionante, al menos para el
hombrecillo. La pelea era de visión obligatoria para nosotros también, yo nunca
había presenciado ninguna, pero era algo que me aterraba y repugnaba. Una vez,
hacía muchos años, dos combatientes habían acordado quien sería el vencedor.
Como al gobernante no le pareció emocionante ni divertido, los sentenció a
ambos a duras torturas, declarando vencedor al que sobrevivió por más tiempo.
Luché contra mis sentidos para que mis labios me
obedeciesen, y al final conseguí que mis cuerdas vocales emitieran un extraño
sonido parecido a mí voz.
-¡¿Por qué razón querrías cambiarle el puesto a Jessica
Malow?! –el extraño gorjeo se elevo varias octavas.
-¿A caso crees que dejaré que te enfrentes sola en Jonpa?
Algo en mi cerebro se accionó. Creo que hasta Susie pudo
escuchar el clic. Quería ir a Jonpa para acompañarme, a mí.
De pronto, una imagen invadió mi mente. Unas manos, mis manos, solo que mucho más pequeñas y
llenas de hoyuelos, jugaban en una sucia arena de un patio interior. El pelo se
me pegaba a la cara debido al calor, pero en casa aún se estaba mucho peor. Una
mano ligera posándose en mi hombro hizo que me girase bruscamente, asustando a
mí interlocutora.
-Hola, me llamo Susan, Susan Parker, pero a ti te dejo
llamarme Susie, si quieres. ¿Te apetece beber agua?
Casi le arranqué la botella de las manos, bebiéndomela de
un trago.
Aquel recuerdo me hizo sonreír. Ambas teníamos 6 años y
estábamos muy solas, así que nos hicimos inseparables casi al instante.
Miré los ojos azules que tenía delante de mí, los ojos de
mi mejor amiga, y estuve convencida de que si fuese al revés, yo habría hecho
exactamente lo mismo. Y supe también que, al igual que a mí, nada la haría
cambiar de opinión.
Abracé a Susie con fuerza, y ella me devolvió el abrazo
con más energía aún.
Salimos empujadas por la multitud, y al llegar a fuera
fuimos conscientes de que no teníamos ni idea de donde estaban nuestras familias.
Caminamos unos pasos, buscando entre la muchedumbre, y al
cabo de un rato los vimos, los cuatro muy juntos, acurrucados en un rincón. Al
vislumbrarnos, Tom, Kristen y Lulu vinieron corriendo y se nos lanzaron al
cuello, haciendo que nos tambaleásemos.
-Vámonos a casa –le dije a Tom, cogiéndolo de la mano.
Julianne se acercó a nuestro lado, pero no dijo nada. Le
eché un vistazo por el rabillo del ojo, esperando encontrar lágrimas en sus
ojos. Pero en vez de eso, vi una recia determinación.
Después de la ceremonia, se les concedía a los
adolescentes una última noche con sus familias, a la tarde siguiente, partiríamos
hacia nuestros destinos. Así que nos encontramos entre una multitud de familias
que caminaban hacia sus hogares, cansados y abatidos.
Aquella noche, por la televisión, emitirían cortos
anuncios, spots, en las que aparecerían algunos de los jóvenes de toda la
Región con mayores cualidades enviados a los lugares más conflictivos. En los
spots se veían unos retratos, desagradables y sin gracia, que el Gobierno tenía
de cada persona, en todos y cada uno de sus años de vida. Además, debajo se
mostraban algunos “detalles de interés”, como el nombre, el peso, la altura…
Como si, en lugar de adolescentes enviados a la guerra y la muerte, fuésemos caballos
sacados a subasta.
Al llegar a casa, encendimos el diminuto y rudimentario
televisor de nuestro salón. Los spots eran de visión obligatoria, así que no teníamos
otra opción. Cogimos algunas naranjas y nos las llevamos al salón. Tía Julianne
se fue a la cocina, así que me senté en la butaca, con Tom en mi regazo, e
intenté no prestar demasiada atención a los sonidos y las imágenes que emitía
la televisión. Cuando anunciaron los “valerosos destinados a Jonpa”, no pude
resistir la tentación y fijé mis ojos en la pantalla. Las imágenes se fueron
sucediendo y los rostros fueron apareciendo. Me quedé con algunos, como el
robusto y alto chico de Iutoh, tan moreno como el carbón; o la guapa y rubia
chica de Translenton, que aparentaba tener veinte años. Cuando en la televisión
apareció la imagen de una chica delgada, alta, peliroja y con los ojos verdes,
no supe ponerle un nombre.
Hasta que no oí la voz nasal de Cesar Fintelmann
resonando en nuestro salón, tan fuera de lugar, no supe que era yo.
-¡Hoy es un gran día! –el sonido resonó en el comedor y
acabo clavándoseme en el cerebro.
Como si alguien pudiese creerlo.
Se le da un aire a Los Juegos del Hambre, bastante, pero me gusta cómo escribes y tengo ganas de saber cómo continúa la historia.Ánimo con ello!
ResponderEliminarMuchas gracias! Poco a poco las historias se irán pareciendo menos, y acabaran por no tener nada que ver. Esta tarde cuelgo nuevo capítulo, así que no tendrás que esperar mucho jejeje.
EliminarMuchas grácias por comentar, un beso.
Me encanta como escribes de verdad es genial :) sigue por favor!
ResponderEliminarMuchísimas grácias! Eso haré jejeje. Espero no cansarme nunca de escribir y poder seguir teniendo siempre la misma ilusión, y que a la gente le siga gustando tanto como ahora.
EliminarUn beso, grácias otra vez por comentar :)