sábado, 22 de febrero de 2014

Recuerdos (Cap.6)



El interior del aeroplano es aun más impresionante que el exterior. Por dentro, hay hileras e hileras de butacas, todas blancas e impolutas, ancladas al suelo por tornillos de más de 2 cm de diámetro. Pero los asientos no son sillones normales. Llevan una especie de arnés, muy complicado y difícil de poner. Al entrar, no comprendo su utilidad, pero como veo que todo el mundo se sienta y se lo pone, hago lo mismo. A los pocos minutos, Susie sube y se sienta a mi lado. Al verla sentada, con el arnés, me río de mi propia estupidez al no haber comprendido para que sirven. ¡Es para que no salgamos volando!
Un ruido ensordecedor, parecido al chasquido de un rayo, corta el hilo de mis pensamientos. Noto movimiento, y al mirar hacia la derecha veo que las personas cada vez son más pequeñas. El viento procedente del exterior me revuelve el cabello, y noto la adrenalina fluir por mis venas. Siento ganas de gritar, pero me contengo. Al mirar hacia Susan, para ver si su nivel de excitación es tan alto como el mío, advierto que su tono de piel ha pasado de un blanco pálido a un verde blanquecino. Entonces lo recuerdo, tiene miedo a las alturas.
-Tranquila Susie, shh, ya está. Respira hondo, ya está. – pero por más que se lo repito, mi amiga no consigue calmarse. –Reten el aire dentro. Poco a poco. Ya está. Estoy aquí contigo. Ya está.
Poco a poco, Susan consigue calmarse.
Miro a derecha e izquierda. El océano se extiende en todo su esplendor, hasta donde alcanza la vista. Hemos despegado de la ciudad, situada en una isla antes llamada Irlanda, y nos dirigimos hacia otra isla. Lo único que se es que estaba situada entre el océano Índico y el sur del océano Pacífico, y creía haber oído además que su antiguo nombre era Australia. El control total de esta isla es algo que siempre ha preocupado al gobierno, ya que en caso de una emergencia extrema en alguna zona de la Región, es fácil trasladar hasta Jonpa grandes masas de refugiados.
En algún momento de mis cavilaciones, pese al ruido infernal del aire entrando en el aeroplano, me duermo, exhausta después de días de temor y tensión.
El incesante ruido de unas molestas sirenas y un zarandeo de mi hombro me despiertan. Miro hacia Susie, que tiene puesta en la cara una extraña máscara.
-¡Hay que ponerse las mascarillas, vamos a ascender a más altura de la prevista! –su voz suena distorsionada por el plástico que le aprisiona la boca.
Cojo la fea máscara y me la ajusto alrededor de la nariz y la mandíbula. Intento respirar con normalidad, pero las gomas aprisionan mi rostro y temo romper la vía que comunica la mascarilla con el oxigeno.
Un chico moreno que hay a mi lado se gira hacia mí, y me intenta sonreír, a pesar de la máscara que le tapa la mayor parte de la boca. Tiene el pelo del color de la paja seca en verano, y unos ojos del color del heno. Decido que es una conversación que prefiero ahorrarme.
Vuelvo a cerrar los ojos, pero sé que me será imposible volver a dormir. Mis sentidos están demasiado despiertos, demasiado alertas después de días de tensión. Así que intento sumirme en un estupor que me aísle de la realidad que se ciñe a mí alrededor. Pienso que desearía tener el cuaderno para poder pensar en el lápiz rasgando el papel, pero recuerdo que lo he metido en la maleta, que está al fondo de la cabina.
En mitad de mis cabilaciones, una imagen me hace abrir los ojos de golpe. No tengo ni idea de dónde ha salido, solo sé que se ha proyectado detrás de mi retina sin previo aviso.
Dos personas, un hombre y una mujer. Ella, con un precioso cabello oscuro como el azabache, que le llega más allá de los hombros. Sus ojos, increíblemente redondos y de un verde esmeralda, me miran directamente a mí, a mis ojos. Tiene un porte delicado, como si en cualquier momento se la pudiese llevar la ligera brisa que le alborota el pelo. A su lado esta él, cogido de la mano de la mujer, que es increíblemente pálida en contraste con la del hombre, más morena y curtida por el Sol. Me fijo mejor, y descubro que no es moreno, lo que hace que tenga la piel oscura son las pecas que cubren todo su cuerpo y su cara. Su cabello es de un extraño tono rojizo, parecido al color de los atardeceres en verano, cuando el cielo no está surcado de nubes. Sus ojos son del color del firmamento. Pero no de ese celeste de cielo despejado, no; son de ese añil que queda justo después de que la tormenta amaine; tempestuoso, fuerte, seguro. Sus ojos son el hogar.
Algo me zarandea el hombro. Es ese chico, otra vez.
-¿Estás bien? –parece realmente preocupado, excesivamente preocupado. –Parecía que te hubieses quedado traspuesta.
Sonríe un poco y se rasca la cabeza, justo por encima de la coronilla.
-Eh… No, no, tranquilo. Solo intentaba dormir.
-¿Con los ojos abiertos? –vuelve a reír, esta vez algo más cohibido.
Como ve que no le respondo, hace desaparecer la sonrisa de su rostro y me da la espalda.
Me siento un poco mal por él, pero después recuerdo que Jonpa es un campo de batalla. No voy allí para hacer amigos.
De pronto, la presión de la cabina cambia. Me pitan los oídos y me llevo las manos a las orejas. A mí alrededor, veo que Susie y los demás hacen lo mismo. Cojo aire profundamente. De golpe, las palmas de las manos me sudan. Me las seco compulsivamente en los pantalones, que están arrugados por el viaje.
Ha llegado el momento. La única escapatoria que tengo es lanzarme del avión, y me gustaría tener una muerte más digna. Sonrío, y Susan me mira extrañada, como si la estuviese escondiendo de una broma privada.
Una sacudida hace temblar toda la cabina. Boto en mi butaca, y me sacudo contra el arnés. Mis hombros y mi cuello se quejan, pero ni siquiera les hago caso. Me quito la inútil máscara de golpe. Me aliso el pelo con las manos, pero sé que es una causa perdida, así que lo recojo en una coleta alta.
Las alarmas empiezan a pitar de nuevo, taladrándome los oídos. Pero de eso se encarga una diminuta parte de mi cerebro. El resto de mi mente está ocupado, asimilando el paisaje que se extiende a mí alrededor.
Hemos llegado.

2 comentarios:

  1. Enhorabuena sobre todo por el don que tienes para escribir, no mucha gente lo tiene, por el blog, que nos gusta bastante, y por empezar a crear una nueva puerta hacia la imaginación y las ganas de leer de otras personas ya sean niños, adolescentes o adultos. Sigue escribiendo e irás mejorando hasta ser una escritora mundialmente reconocida. PD: No te rindas nunca, sería el mayor pecado que puedas cometer en tu vida como escritora.

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    1. Muchísimas gracias! Seguiré escribiendo, sobretodo si sigue habiendo gente como tu, que hace que cada día tengas un poco más de fuerzas para luchar por tu sueño.

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